Feyisa Lilesa, la protesta detrás del gesto

Publicado el 2016-09-07 » 3204 Views» Por Ariana Guevara » África, Derechos Humanos, Desarrollo

"O etiópe Feyisa Lilesa, na Rio 2016" Jeso Carneiro vía Flickr (CC BY-NC 2.0)

“O etiópe Feyisa Lilesa, na Rio 2016″ Jeso Carneiro vía Flickr (CC BY-NC 2.0)

Justo antes de llegar a la meta en el maratón masculino de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Feyisa Lilesa, atleta etíope de 26 años de edad, miró hacia atrás, alzó los brazos al cielo y cruzó los puños sobre su cabeza. Cuando pasó la línea sobre el asfalto mojado, después de recorrer 42 kilómetros en 2 horas 09 minutos y 54 segundos, repitió el gesto dos veces. Y justo por eso se ha estado hablando mucho de él, incluso más que de su medalla de plata o que del ganador de la competencia, el keniata Eliud Kipchoge.

La atención se justifica: Lilesa cruzó los brazos como señal de apoyo a su etnia, los oromos, quienes desde hace meses también han hecho el mismo gesto durante las protestas contra el Gobierno, y han sufrido represiones, arrestos arbitrarios, torturas y malos tratos, entre otras violaciones a los derechos humanos. Pese a que el Comité Olímpico prohíbe cualquier manifestación política durante la celebración de los juegos, el deportista decidió arriesgarse, tal como lo dijo en una rueda de prensa: “Fue una protesta, porque soy oromo, y en Etiopía los oromos somos reprimidos por el Gobierno. Nos matan y nos encarcelan, somos sospechosos por el simple hecho de ser oromos. Tengo parientes presos y llevaré la protesta de mi gente allí adonde vaya”.

Lilesa tiene miedo de volver a Etiopía y está pensando en solicitar asilo, pese a que los representantes del Gobierno dijeron en un comunicado que no había nada que temer y que podía regresar a su tierra con tranquilidad. Pero él tiene razones suficientes para el escepticismo. Más allá de la atención mediática que recibió su gesto, el pueblo Oromo sufre desde hace mucho tiempo la persecución de un Gobierno que tiene dificultades para aceptar las críticas y el carácter diverso de este país africano.

 

La lucha por la tierra

Hace un par de años, el Gobierno de Etiopía presentó el Plan Maestro de Desarrollo Integrado, con el que se pretendía ampliar las fronteras de Addis Abeba. De acuerdo con un informe de Human Rights Watch, que se publicó en junio de este año (1), la intención era que la capital tuviera 1,1 millones de hectáreas adicionales, para así favorecer el crecimiento acelerado que se ha estado impulsando en este país (2). El problema es que el espacio se tomará de la región de Oromia —que abarca 30% de la superficie de esta nación del Cuerno de África—, con lo que resultarían afectados los habitantes rurales de la etnia oromo, a la que pertenece 35,3% de la población (3).

Algunos analistas señalan que este plan se basa en un modelo de país que no se corresponde con las diferencias étnicas y culturales de Etiopía (4). De hecho, Milkessa Midega, candidato a doctorado del Centro de Estudios Federales de la Universidad de Addis Abeba, señala que el Plan Maestro tiene sus raíces en las relaciones que se han forjado entre Francia y Etiopía. De acuerdo con el especialista, un grupo de expertos etíopes visitó Lyon y París en 2009, para aprender algunas lecciones sobre la integración urbana en esas ciudades. El problema es que, por supuesto, la nación europea no tiene nada que ver con la vida cotidiana de estas tierras africanas, en las que convive una infinidad de lenguas, religiones, culturas y cosmovisiones.

Parece que se trata de un asunto generalizado en muchos países africanos. Un análisis elaborado por Mbuyi Kabunda Badi, experto en los problemas de África y expresidente de la ONG Solidaridad para el Desarrollo y la Paz (5), señala que este continente ha sufrido las consecuencias de la imposición de modelos de desarrollo que no se ajustan con sus realidades concretas. Por ejemplo, se han llevado adelante estrategias que privilegian las modalidades extranjeras de desarrollo, o las que le dan un buen peso a la integración regional o las que, por el contrario, se cierran herméticamente en las fronteras nacionales. La experiencia indica que ninguna de ellas ha funcionado. A su juicio, se debe buscar una solución que considere a las poblaciones locales, que las incorpore en la explotación de los recursos, que reconozca su valor en las diferencias.

En Etiopía la gente reclama justamente por eso: la implantación de un modelo que intenta borrar de un plumazo todo lo que los pequeños productores han construido, en aras de un desarrollo desenfrenado que, si bien puede traer modernización, parece desconocer la diversidad de este territorio. Como ocurre tantas veces en el mundo, imperan las ansias de poder y los intereses económicos, en detrimento del bienestar de los habitantes.

En este caso particular del Plan Maestro, el pueblo se empezó a preocupar por la posibilidad de perder sus tierras para dar paso a la construcción de proyectos de desarrollo, y también por el riesgo de que se recortaran los presupuestos para planes sociales en la región. Por eso, empezaron las protestas. Entre abril y junio de 2014, señala Human Rights Watch, docenas de personas, que manifestaron su descontento con el Plan Maestro, murieron a manos de las fuerzas de seguridad. También hubo arrestos y torturas. Pero el asunto se volvió aún más preocupante el 12 de noviembre de 2015, cuando comenzaron los trabajos de expansión en la zona de Ginchi, un pequeño pueblo de Oromia. Se empezó a allanar el terreno en bosques y campos de fútbol, lo que hizo que estallaran las primeras protestas estudiantiles.

Desde entonces, HRW ha contabilizado 500 protestas, en las que no sólo se han alzado estudiantes sino también granjeros y otros habitantes de la región, además de integrantes de la etnia que viven en otras zonas del país. En la mayoría de los casos, las fuerzas de seguridad han reprimido de forma violenta y desproporcionada estas manifestaciones, pues el Gobierno considera que los participantes pertenecen al Frente de Liberación Oromo, que en 2011 fue catalogado por el parlamento como organización terrorista (6).

Si bien no existen cifras oficiales ni suficientemente contrastadas, HRW considera que hasta junio de 2016 fueron asesinados al menos 400 manifestantes, a lo que habría que sumar un número indeterminado de desapariciones forzosas, miles de detenidos de forma arbitraria, y heridos, torturados y abusados sexualmente. También se han reportado persecuciones en las universidades, en las casas, en las escuelas.

Los testimonios abundan. En el informe de la organización se citan algunos trozos de las 125 entrevistas que se realizaron. Por ejemplo, está la historia de Meti, una mujer de unos 20 años de edad que vendió trajes típicos Oromo durante una protesta: “Me arrestaron y pasé una semana en la estación de policía. Cada noche, me sacaban y me golpeaban con una vara o con un látigo de goma. Después, me llevaban a otro lugar. Estuve en confinamiento solitario. En tres ocasiones, me obligaron a desnudarme y a pararme frente a los oficiales, mientras me preguntaban por mis vínculos con el Frente de Liberación Oromo. Me amenazaron con matarme a menos que confesara que estaba involucrada en la organización de las manifestaciones. Me preguntaron por qué estaba vendiendo ropa y joyas de la etnia, y me dijeron que mi negocio era un símbolo de orgullo de los Oromo y que por eso la gente iba a protestar. Al principio estaba sola en una celda oscura, pero después llegaron otras muchachas que también fueron arrestadas durante las protestas”.

En enero de este año, el Gobierno —representado por la coalición Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (7), con Hailemariam Desalegn como primer ministro— anunció que no seguiría adelante con el Plan Maestro. De todos modos, el escepticismo de la gente hizo que continuara el esquema de protestas y brutales represiones. Incluso, a principios de agosto, pocos días antes de la participación de Lilesa en los Juegos Olímpicos, hubo una manifestación en Oromia y Amhara en la que las fuerzas de seguridad dispararon. El resultado: de acuerdo con Amnistía Internacional, 97 personas perdieron la vida. La noticia hizo que la Organización de las Naciones Unidas se manifestara para pedir al Gobierno de Etiopía que permitiera la entrada de expertos en derechos humanos, para así evaluar la situación en el terreno. Y también solicitaron que la investigación que, en teoría, adelanta el Estado sea independiente y honesta.

 

Un pueblo oprimido

Si bien el Plan Maestro fue el origen de estos estallidos recientes, la verdad es que los Oromo han estado en el ojo de las represiones desde hace tiempo. En la mayoría de los casos, de acuerdo con las ONG, las persecuciones se basan en un temor infundado: el Gobierno cree que cualquier integrante de esta etnia que manifieste su desacuerdo con alguna medida oficial necesariamente apoya las actividades del Frente de Liberación Oromo. Es decir, que es un violento terrorista.

Tal como señala un informe de Amnistía Internacional, publicado en 2014 (8), entre 2011 y 2014 se reportaron 5.000 detenciones de oromos, vinculadas con manifestaciones opuestas al Gobierno. O, a veces, por simples sospechas. Por ejemplo, ha habido protestas de la comunidad musulmana que ha considerado que el Gobierno se entromete en los asuntos propios del Islam, y también por otros problemas de la vida cotidiana: el desempleo, los desalojos forzados, el derecho a enseñar en Afaan Oromo —la lengua propia de esta etnia—, y también por los arrestos arbitrarios durante las manifestaciones (9).

Es decir, más allá de la atención internacional que recibió el gesto de Lilesa, la persecución de esta etnia data de largo. Los medios de comunicación del mundo occidental, como muchas veces sucede, prestan poca atención a los dramas de otros lados del planeta, hasta que se ven afectados algunos intereses puntuales o hasta que ocurren cosas como la protesta de un atleta internacionalmente reconocido. Son hechos curiosos, novedades que pueden llamar la atención de los lectores y que se olvidan rápidamente en la vorágine de noticias diarias. Mientras, el pueblo al que pertenece Lilesa padece las injusticias de los poderosos. Esperemos que los flashes mediáticos alumbraron el asunto durante unos días ejerzan de presión internacional para frenar las represiones.

De momento, los temores del deportista están más que justificados. El hecho de ser uno de los ocho héroes etíopes de los Juegos Olímpicos quizás le sirva de salvoconducto. Pero quizás no. Como él mismo advirtió en una rueda de prensa, refiriéndose al Gobierno: “Matan sin que nadie sepa que matan. Encarcelan sin que nadie se entere. ¿Cómo les voy a creer?”.

 


 

1.- Titulado Such a brutal crackdown. Killings and arrests in response to Ethiopia’s Oromo protests. Disponible en: https://www.hrw.org/report/2016/06/16/such-brutal-crackdown/killings-and-arrests-response-ethiopias-oromo-protests#page

2.- Datos del Banco Mundial señalan que el crecimiento económico de Etiopía ha sido importante en los últimos 10 años, con un promedio de 10,8% anual entre 2004 y 2014. Se trata de un porcentaje alto si se compara con el promedio de la región, que fue de 5%. Otro dato: mientras en 2004 el Producto Interno Bruto de este país se ubicó en 10,131 mil millones de dólares, en 2015 esa cifra ascendía a 61,537 mil millones de dólares. Disponible en: http://datos.bancomundial.org/pais/etiopia?view=chart y http://www.worldbank.org/en/country/ethiopia/overview. Algo interesante es que, de acuerdo con un reporte de El País, el crecimiento de esta nación africana se debe, en buena medida, a los servicios y la agricultura, y a las inversiones públicas y privadas. De todos modos, el reto de la desigualdad aún es patente. Disponible en: http://economia.elpais.com/economia/2015/01/29/actualidad/1422528752_185033.html

3.- De acuerdo con el censo de 2012, citado por Amnistía Internacional en su informe Because I am Oromo. Sweeping repression in the Oromia region of Ethiopia, disponible en: https://www.amnesty.org/en/documents/afr25/006/2014/en/

4.- Midega, M. (2015, octubre 20). Oromia-Addis Master Plan: An agenda not like EPRDF. Disponible en: http://hornaffairs.com/en/2015/10/20/oromia-addis-master-plan-not-eprdf/

5.- Kabunda, M. (1995). Las estrategias de desarrollo en África: balance y alternativas. Disponible en: http://publicaciones.sodepaz.org/images/uploads/documents/revista020/04_estrategiasdesarrollo.pdf

6.- El Frente de Liberación Oromo surgió en 1973, de la mano de oromos nacionalistas, con el fin de hacer frente a la colonización italiana. La organización se ha mantenido como estandarte de la lucha por la autodeterminación del pueblo oromo, y como oponente férreo a las dictaduras en Etiopía. En 1991, tras la caída del gobierno de Mengistu Haile Mariam, el OLF formó parte de la coalición Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope, pero poco después la abandonó por diferencias con el Frente Popular de Liberación Tigray. El documento de Amnistía Internacional señala que, en efecto, esta agrupación ha estado vinculada con acciones violentas. “El grupo señala que, durante 2012, asesinó a 150 personas, entre soldados, policías locales y federales, oficiales de seguridad y milicianos”, reza el texto, disponible en: https://www.amnesty.org/en/documents/afr25/006/2014/en/ 

7.- El Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope se constituyó en 1990 y agrupó a las organizaciones que estaban contra el Gobierno de Mengistu Haile Mariam. Después de la caída del Gobierno, en 1991, la organización se convirtió en el partido político más grande de Etiopía, con victorias electorales bastante recurrentes. Dentro de sus filas estuvo el Frente de Liberación Oromo, que poco tiempo después abandonó la coalición para convertirse en partido de oposición. Esta etnia está representada en el Gobierno, entonces, por la Organización Democrática del Pueblo Oromo, que, de acuerdo con Amnistía Internacional, no goza de gran respaldo popular.

8.- Amnistía Internacional. Because I am Oromo. Sweeping repression in the Oromia region of Ethiopia. Disponible en: https://www.amnesty.org/en/documents/afr25/006/2014/en/ 

9.- Amnistía Internacional. Because I am Oromo. Sweeping repression in the Oromia region of Ethiopia. Disponible en: https://www.amnesty.org/en/documents/afr25/006/2014/en/

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Sobre el Autor


Periodista venezolana, egresada de la Universidad Central de Venezuela, con más de ocho años de experiencia en medios impresos y digitales. Estudiante del Máster en Gobernanza y Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de Madrid, España.