Azita Rafaat: “Miles de mujeres no saben si cuentan como personas humanas”

Publicado el 2017-03-08 » 6754 Views» Por Maria Núñez Furió » Asilo y refugio, Derechos Humanos, Entrevistas, Género, Igualdad, Migración

 

Azita Rafaat, activista política afgana.

 

Si nombrar Afganistán es sinónimo de violencia, corrupción y exilio; hablar de la mujer afgana es un ejemplo de máxima vulneración de derechos humanos. Y esto bien lo sabe la activista política, Azita Rafaat. Actualmente, vive como refugiada en Suecia junto a sus cuatro hijas pero antes sufrió maltrato dentro un matrimonio forzado y trabajó por los derechos de la mujer como diputada en el Parlamento afgano entre 2005 y 2010. Nos cuenta cómo es la situación de la mujer en su país y cómo sigue trabajando por mejorarla desde el exilio.

*Entrevista realizada gracias a la colaboración de la Asociación de Mujeres de Guatemala.


En 2003 Afganistán firma la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW, por sus siglas en inglés); un año después la constitución reconoce la igualdad de derechos; en 2009 se aprueba una ley para erradicar la violencia contra las mujeres… Tantos avances que se han quedado en papel mojado. ¿Cómo explicas la distancia entre las leyes y la realidad de la mujer afgana?

Nosotros tenemos una fuerte legislación constitucional que articula la igualdad de derechos y de acceso a los recursos para mujeres y hombres. Pero el problema está en la falta de implementación de esas leyes, la falta de compromiso. Después de muchos años de ayuda de la Comunidad Internacional, la mayoría de las mujeres en Afganistán sufren la falta de apoyo, la violencia política, la violencia familiar… Existen miles de mujeres que desconocen el significado de lo que es un derecho básico. Incluso no saben si tienen ese derecho como humanas o no, si ellas cuentan como personas humanas o no. Esta es la realidad en la que existe un gran abismo entre lo que pone en los documentos y lo que tenemos.

Entonces, ¿por qué se ha dado esos pasos cuando no es posible puede hacerlos realidad? ¿Hay detrás una motivación por mejorar sus relaciones internacionales?

Esa es la realidad. Nosotros firmamos la CEDAW incluso tenemos un Ministerio de la Mujer… Creo que hay más gobiernos corruptos por el mundo haciendo lo mismo: fingir una fachada. Pero el problema es la falta de atención por parte de la Comunidad Internacional para desenmascararlos y ver la realidad.

El gobierno de Afganistán se debate cada día entre la inestabilidad y la corrupción, no hay un verdadero compromiso con el significado de esos acuerdos. Bueno… algo sí cambió, pero solo en las grandes ciudades. Se debe hacer un seguimiento y exigir una justificación: qué pasó con el dinero que se mandó para los derechos de las mujeres y de la infancia. En esta cuestión, el gobierno afgano cayó en una corrupción aún más profunda.

Desde 2001 las mujeres pueden participar en política e incluso existe un sistema de cuotas. Pero muchas no son independientes y defienden los intereses de los Señores de la Guerra. ¿Es posible trabajar por los Derechos Humanos en esas condiciones?

Con este gobierno, no. Tenemos un gobierno de coalición en el que los Señores de la Guerra están decidiendo sobre el país. La corrupción está al más alto nivel. El ISIS comenzó su actividad en Afganistán y como consecuencia, por ejemplo, las niñas dejaron de ir al colegio o se limitó el acceso a la atención médica para las mujeres. Tenemos interferencias de Pakistán, Irán… también los conflictos regionales se están peleando en mi país.

Mañana llegará el cambio pero ahora no existe el compromiso. Las y los activistas están haciendo lo mejor que pueden pero no es seguro y son maltratados. Sin embargo, este activismo solo no es suficiente para traer el cambio. Los jóvenes están abandonando el país; los Derechos de la Mujer y los Derechos Humanos, en general, son un desastre; la pobreza aumenta cada día… La implementación de las leyes es el mayor problema en Afganistán. Los problemas están a la vista de todos pero, no hay quién se preocupe de ellos.

En otra entrevista proponías que todas las mujeres debemos formar una hermandad y pensar en nuestras hermanas que sufren en otros países. ¿Cómo podemos hacer realidad esa hermandad?

Necesitamos elevar la concienciación internacional; debemos sacar a la luz la realidad. Si pienso que viviendo aquí mi responsabilidad termina pagando mis impuestos y que una parte de ellos se destine a la ayuda internacional, me equivoco. Debo preguntarle a mi gobierno sobre el destino de esos impuestos.

Pienso que hay muchas herramientas; las mujeres en Occidente tienen mucho poder pero están demasiado ocupadas para pensar en otros. Por ejemplo, una periodista se sorprendía de que mis hijas disfruten de poder montar en bicicleta en Suecia. Quizás eso no sea un gran logro para ella, pero imagina para una chica que desde la infancia le han dicho que la bici es solo para los chicos. Es un pequeño ejemplo de porqué, primero de todo, debemos sensibilizarnos.

Deberíamos movilizar una campaña de concienciación internacional para ver desde el otro lado. ¡Ponte mis gafas y mira como sufren estas mujeres! Cuando ellas sufren, deben callar; cuando abusan de ellas físicamente, deben callar… ¿Podrías vivir solo una hora así? No estoy diciendo que estemos celosas de los derechos conseguidos por las mujeres occidentales, pero necesitamos vuestra concienciación. Nos das tu apoyo cuando haces que tu gobierno sea responsable haciendo responsable al mío y esto significa que una mujer en cualquier parte del mundo se preocupa por mí.

Azita Rafaat, activista política afganaAhora me gustaría que nos hablaras un poco de ti y de tu experiencia política. ¿Cómo fue aquella época?

Llena de altibajos, fue un tiempo horrible aunque lleno de logros. Comencé mi vida política con 27 años, fui el segundo miembro más joven del Parlamento afgano. Fue una época en la que estuve en muchos grupos de trabajo, en muchos debates, pero había muchas limitaciones. Estoy contenta con esos cinco años, fueron una gran experiencia para mí en la que aprendí cómo sobrevivir. Aprendí a manejarme y mantenerme honesta incluso en un grupo político corrupto; a ser una buena funcionaria pública para nuestro pueblo en vez de ser una política egoísta.

Pese a vivir en una familia acomodada, con la llegada de los talibanes, tu padre tomó una decisión que cambiaría tu vida: te obligó a casarte con un familiar que te maltrató. ¿En algún momento entendiste esa decisión?

No. Estuve en shock durante 10 o 12 días. Recuerdo que lloré mucho y escribí muchos poemas expresando mi dolor. Después, por mis valores familiares lo acepté pero no he podido perdonar a mi padre. Yo siempre le vi como mi héroe porque me dio toda la libertad que quise mientras crecí y, también, una fuerte personalidad. Pero, desafortunadamente, nuestra relación ha enfrentado muchos altibajos y no puedo perdonarlo. Le respeto porque es parte de mi cultura y de mi personalidad pero no puedo olvidarlo.

En Afganistán, la presión social por tener un varón es tan fuerte que muchas madres visten a sus hijas como niños. Tú se lo propusiste a tu hija menor cuando tenía seis años y ella aceptó porque significaba gozar de mayor libertad. ¿Cómo fue el día que tuvo que vestirse de nuevo como chica?

Desde el principio fue una lección para que mi marido viera que las chicas son fuertes y que no importa el sexo. Yo siempre le recordaba a mi hija: tú eres una chica fuerte, no un chico fuerte. Me daba cuenta de que le gustaba porque así contaba con el apoyo de los hombres y de la sociedad. Cuando llegamos a Suecia, les expliqué a mis hijas que aquí da igual si eres chica o chico, todos tienen los mismos derechos. Entonces ella me pidió volver a vestirse como chica, lo cual acepté enseguida pero fue muy difícil para mi marido porque quería mantenerla en ese papel.

Pienso que mi hija creció teniendo más experiencia de cómo ser fuerte en la sociedad. Esto le ayudó a ella y también a mis otras hijas como un buen ejemplo. Vieron que cambia la posición pero no la personalidad, así que debes creer en ti misma, ir detrás de tus sueños y permanecer firme en tu compromiso. Esa es la lección que aprendimos de mi hija menor.

¿Cómo es ahora tu vida como refugiada en Suecia?

Cuando vine a Suecia tuve que romper con mi vida política y convertirme en una persona corriente, lo cual fue una decisión difícil. Pero disfruto viendo a mis hijas crecer con sus sueños y disfrutando de la libertad que tienen. ¿Sobre mis planes? Desde luego, ha cambiado el lugar pero mi pensamiento y mi compromiso no han cambiado. Ahora, mis planes de trabajo comienzan por aprender sueco para conectarme más con la sociedad. Pero me gustaría verme en el Parlamento Sueco representando a los refugiados. Creo que debería haber una voz fuerte con experiencia. Pienso que cuando tu mente y tu corazón están claros, tienes una visión y un compromiso con algo, no existe lo imposible.

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Sobre el Autor


Periodista especializada en temas sociales y lenguaje audiovisual. Máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la UAM. Ha trabajado en medios locales y nacionales (TVE, Elmundo.es) y en gabinetes de comunicación de varias fundaciones. Cuenta con experiencia académica y profesional internacional en Alemania y Ecuador.