Recientemente, Oxfam Internacional lanzó su último informe: Una economía al servicio del 1%, en el cual revela la cruda realidad del crecimiento desenfrenado de la desigualdad social. Este estudio muestra que 62 personas poseen la misma riqueza que los 3.600 millones de personas más pobres del planeta. Es decir, el 1% más rico de la población mundial acumula más fortuna que el 99% restante (1).
La desigualdad se ha convertido en el mal predominante del siglo XXI. El planeta está habitado por poco más de 7.000 millones de habitantes, de los cuales 850 millones sufren de hambre, 600 millones o más no tienen acceso a agua potable, una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes para comer y más de 1.000 millones de personas viven con menos de 1,25 dólares al día, menos de lo que cuesta un capuccino en Londres (2).
Varios especialistas se inclinan por la tesis de que el problema fundamental a tratar ya no es la pobreza, sino la desigualdad social. Sin embargo, otros consideran que ambos aspectos deben ser considerados por igual para lograr una sociedad más justa y equilibrada.
El desarrollo como herramienta para acabar con la pobreza.
Uno de los principales inconvenientes con el que nos enfrentamos a día de hoy, es encontrar una respuesta a la pregunta de por qué existen naciones ricas y pobres. Adam Smith en su intento por entenderlo, escribió en 1776 su libro La riqueza de las naciones, planteando el debate sobre el desarrollo y originando la ciencia económica tal y la entendemos hoy.
Son innumerables las recetas que desde hace setenta años se vienen aplicando para alcanzar el ansiado “desarrollo”, el cual fue asociado a la idea de progreso y proclamado como único modelo a seguir. Pero, ¿qué implica ser desarrollado?.
Históricamente, el crecimiento de alguna medida de la renta o de la producción nacional expresada en términos per cápita, ha sido utilizado como el indicador estrella para evaluar el desarrollo de un país (3). Sin embargo, en la actualidad, se comienza a generalizar el concepto que concibe al desarrollo no sólo como un indicador de la renta per cápita, sino de forma multidimensional.
Partiendo de que el desarrollo es un concepto polisémico, es decir que el mismo término contiene una inmensa variedad de significados, Max-Neef definió el desarrollo como “la liberación de las posibilidades creativas de todos los integrantes de una sociedad”.
Amartya Sen por su parte, vincula el desarrollo a la expansión de las libertades individuales. Es decir, a mayor cantidad de libertades individuales, mayor desarrollo. Por otro lado, José María Tortosa señala que el funcionamiento del sistema mundial contemporáneo es “maldesarrollador” (4), en el sentido de que en vez de bienestar ha traído pobreza inequidad y desigualdad.
La razón que lleva a estos autores a distanciarse del concepto tradicional de desarrollo, salta a la vista. El desarrollo entendido de manera ortodoxa, es un sistema basado en la eficiencia que trata de maximizar los resultados, reducir costes y conseguir la acumulación incesante de capital. En el juego del “todo vale” (5) característico del capitalismo, el problema no es quien ha jugado qué, o cuándo, sino que el problema viene determinado por las propias reglas del juego. En otras palabras, el sistema mundial está maldesarrollado por su propia lógica y es esa lógica en la que hay que centrar la atención para poder modificar el sistema.
Sin embargo, a pesar de las críticas concienzudas, el concepto dominante de desarrollo persiste. Como si se tratara de un camaleón, se adapta al ambiente y termina saliendo inmune a los más diversos cuestionamientos, por más esmerados que estos sean. Ha resistido con entereza a las más diversas críticas, como las de carácter feminista, ambientalista, cultural, comunitario o político. Sus críticos implacables, por más buen criterio que hayan aplicado, han sido incapaces de plantear conceptos alternativos válidos que logren una amplia aceptación social.
La teoría del Buen Vivir o Sumak Kawsay
América Latina, con tasas de crecimiento negativas, pobreza imparable, desigualdad alarmante, desempleo y precarización, se podría decir que es una de las grandes víctimas de ese desarrollo impuesto en un sentido tradicional por la larga noche neoliberal (6).
Habiendo experimentado lo negativo del supuesto “desarrollo”, y siendo en la actualidad una de las regiones más desiguales del planeta, Latinoamérica se convierte en símbolo del cuestionamiento del concepto de desarrollo convencional, reclamando la necesidad de un postdesarrollo. La región no sólo participa en la generación de propuestas de cambios de paradigma, sino que a su vez se atreve a implementar gradualmente algunos de esos cambios, planteando nuevos debates e introduciendo conceptos vitales como la felicidad o la calidad de vida, que rompen con los arquetipos preestablecidos.
El buen vivir, comienza con el movimiento indígena latinoamericano, que a partir de la década del setenta propició la reivindicación de creencias, valores y sistemas culturales ancestrales contrapuestos a los modelos neoliberales modernos.
Lo interesante del aporte de los pueblos indígenas andinos es que contribuyen al debate desde otras epistemologías y cosmovisiones, planteándonos conceptos como el Sumak Kawsay (7), vocablo kichwa traducido como “Buen Vivir”.
La noción de desarrollo es inexistente en la cosmovisión de estos pueblos. El pensamiento ancestral es eminentemente colectivo. El Sumak Kawsay “(…) se corresponde con una forma ancestral de ser y estar en el mundo” (8). La concepción del Buen Vivir surge de la idea del “nosotros” y no del “yo”. Es la comunidad quien cobija, protege, demanda, siendo a la vez sustento y base de la reproducción de ese sujeto colectivo que todas, todos y cada uno “somos”. El Sumak Kawsay se podría definir como la forma de vida en armonía con la naturaleza y con el resto de seres humanos. De ahí que el ser humano sea concebido como una pieza de este todo, que no puede ser entendido sólo como una sumatoria de sus partes (9).
El Sumak Kawsay, se traduce en Ecuador como “Buen Vivir” y el Suma Qamaña como “Vivir Bien” en Bolivia (10). Estos dos países sudamericanos han incorporado dentro de sus textos constitucionales, de manera inédita, al Buen Vivir como principio ordenador, cuyo objetivo primordial es plantear una nueva forma de organización y convivencia social, reconociendo la diversidad plurinacional y a la Pachamama o Naturaleza como eje fundamental.
Según los estudiosos sobre el tema, el Sumak Kawsay adquiere un significado diferente para cada intelectual y puede ser visto desde varias aristas: como un planteamiento socialista y estatista para algunos; indigenista (11) para otros y “pachamamista”; o incluso ecologista y post-desarrollista” (12).
El debate en torno al Buen Vivir, ya ha rebasado la frontera latinoamericana, impulsando una reflexión política y académica que recoge los aportes de movimientos sociales, líderes políticos y demás gestores de política pública.
Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina Latina y el Caribe – CEPAL, ha reconocido públicamente la “potencia inspiradora” del Buen Vivir. Señala que la visión del desarrollo debe estar centrada en la igualdad con ética y ha destacado varias coincidencias entre esta tesis y las recomendadas por el organismo perteneciente a Naciones Unidas (13).
Asimismo, Ha-Joon Chang, uno de los más destacados economistas heterodoxos del mundo, especializado en Economía del Desarrollo y profesor de la Universidad de Cambridge, coincide también con esta propuesta como una alternativa al desarrollo. Incluso Bernie Sanders, pre-candidato socialdemócrata a la presidencia de Estados Unidos, introduce en su campaña una retórica revolucionaria que coincide con varios de los postulados del Buen Vivir, al considerar al ser humano por encima del capital.
Frente al vacío de alternativas y al presunto fracaso del modelo del desarrollo occidental con sus políticas ortodoxas, esta alternativa al pensamiento económico tradicional se postula como un cambio estructural de la organización y redistribución de la economía, que trasciende al sistema actual. Los nuevos planteamientos post-desarrollistas tales como el Buen Vivir y el Decrecimiento, aportan valiosos elementos para repensar seriamente la idea de “desarrollo” expresada en términos de crecimiento económico.
Quizás estos postulados puedan ser tachados de radicales o utópicos, aunque nadie podrá negarles su valía como ideas movilizadoras (14) que ponen en duda la certeza de la interrelación entre la dualidad crecimiento económico- desarrollo y felicidad-bienestar.
El impacto que ha generado esta tesis en la actualidad, sumado a una amplia polémica sobre su génesis, conceptualización y viabilidad, genera un debate que claramente no se resolverá de la noche a la mañana. Tampoco la solución puede reducirse a posicionarse a favor o en contra del desarrollo. Hay que construir, como recomienda Eduardo Gudynas (15), transiciones plurales, claras y precisas a partir de horizontes utópicos.
Quizá sea el momento de entender que el problema del desarrollo no consiste en imaginar alternativas para su perpetuación, sino en reconocer su incapacidad para mantenerse a largo plazo cómo único sinónimo de progreso. Tal vez el gran reto a futuro sea la creación de un nuevo paradigma, con sentido social, verde, y transformador, que posea a su vez el encanto político suficiente como para tornarse viable.
Si se desea ampliar sobre el tema, Economistas sin Fronteras organiza la conferencia de Eduardo Gudynas: “El buen vivir, más allá del desarrollo”, el próximo 23 de febrero en el espacio Ecooo (c/Escuadra 11) de Madrid a las 19 horas.
Notas
(1) Oxfam Internacional, Una economía al servicio del 1%, enero 2016. Disponible en: https://www.oxfam.org/sites/www.oxfam.org/files/file_attachments/bp210-economy-one-percent-tax-havens-180116-summ-es_0.pdf.
(2) Datos de University College London. Henrietta Moore, Disponible en : http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150715_fin_desarrollo_sudamerica_lider_finde_dv
(3) Tradicionalmente se ha considerado el crecimiento económico como el requisito más importante para el desarrollo. (Larrea, C, (2014), Post-crecimiento y Buen Vivir, Friederich-Ebert-Stiftung, Quito. pp.19).
(4) Por maldesarrollo entendemos la insatisfacción estructural de necesidades básicas: en vez de bienestar, ha traído pobreza, inequidad y desigualdad; en vez de libertad, ha traído represión, marginación y una escasez de democracia; en vez de identidad, se ha acompañado de procesos de colonización interna, nacionalismo y fundamentalismo; en vez de seguridad, nos ha condenado a la violencia, las guerras civiles y el terrorismo (Tortosa, 2011,pp. 49). .
(5) Se conoce como “todo vale” aquella modalidad de combate, donde los luchadores pueden usar cualquier arte marcial o deporte de contacto, ya que las reglas permiten cualquier técnica y forma de enfrentamiento. (Acosta, 2015, pp.304)
(6) El término se refiere a las graves consecuencias políticas y económicas que se impusieron en la década de los ochentas finales de los noventas, a los países latinoamericanos, bajo las directrices del Consenso de Washington.
(7) El concepto, de origen dialéctico kichwa de comunidades indígenas del Ecuador, es entendido en el español por su traducción Buen Vivir. En este documento asumimos que sumak kawsay y suma qamaña son las expresiones kichwa y aymara, respectivamente, de un mismo concepto. En el presente trabajo usaremos la expresión sumak kawsay. No obstante, entendemos que la materialización de dicho concepto tiene peculiaridades diferentes según tenga lugar en una cultura o en otra. Expertos en el tema consideran que existe un vacío en su traducción, pues el español carece de un concepto con la misma acepción que la del kichwa. Si bien es cierto Kawsay exclusivamente se entiende en español como vida, no sucede igual con Sumak. Así, este concepto puede significar en español, bueno, pleno, completo entre otros. Según Pablo Dávalos, por ejemplo, en su cuestionamiento sobre el Sumak Kawsay, discurre que una traducción más pertinente sería Vida en plenitud, por lo vasto de la segunda palabra y del concepto en general (Dávalos, s/a,p.1)
(8) Hidalgo- Capitán, 2012; p.18.
(9) Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo, Plan Nacional para el Buen Vivir, SENPLADES, 2008.
(10) La exclusividad de este concepto no solo se da en estos países, pues existen nociones similares (mas no idénticamente iguales) en otros pueblos indígenas.“Nande Reko” para los guaraníes, el “Ivi Maraei” para los chaqueños o el “Allin Causay” para varios pueblos indígenas andinos dispersos (Acosta, 2015 p.30, León, 2010, p.7; Hidalgo- Capitán, 2012, p.18).
(11) Se asume que se puede ser indigenista sin ser indígena y no ser indigenista siendo indígena; no obstante, los intelectuales indigenistas se suelen considerar a sí mismos como intelectuales indígenas y no como indigenistas. En este artículo se usa el término indigenismo para referirnos a la ideología política que defiende las reivindicaciones de los pueblos indígenas en el marco de los Estados-nación.
(12) Hidalgo- Capitán, A,(2014), Seis debates abiertos sobre el sumak Kawsay, Revista Iconos, Quito, pp.27
(13) En la Conferencia “Macroeconomía para el Buen Vivir” impartida en Quito, en julio del año 2012.
(14) Falconi, F (2013), El Socialismo del Buen Vivir, En: http://www.planificacion.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2013/06/26-junio-2013.pdf
(15) Investigador, MSc en Ecología Social, Multiversidad Franciscana de América Latina (Montevideo) y Pontificia Facultad San Buenaventura de Roma, con una tesis sobre el movimiento ambientalistas en América Latina. Actualmente secretario ejecutivo de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social), desde donde acompaña a movimientos y organizaciones sociales en distintos países. Además, es docente invitado en universidades e investigador asociado de la Universidad de California-Davis. Su área de trabajo apunta a las estrategias en desarrollo con especial énfasis en la conservación de la Naturaleza.