
“Aussie Peter Norman, and African American athletes Tommie Smith and John Carlos in a mural in Burnett Lane, Brisbane” Rae Allen vía Flickr (CC BY 2.0)
La imagen que ilustra este artículo representa uno de los gestos simbólicos más poderosos en la lucha por los derechos humanos. Se ha visto impreso en libros, carteles, pósters y se ha emitido infinidad de veces en televisión. Seguramente a todos nos sonará ese momento o aquel gesto, que hemos contemplado un sinfín de ocasiones.
Nos referimos al momento en el que los atletas John Carlos y Tommie Smith acudieron al podio descalzos, agacharon sus cabezas y, fijando la mirada contra el suelo, levantaron en alto sus puños cerrados cubiertos por un guante negro. Era un gesto valiente y necesario, que ponía en evidencia el duro momento que atravesaban los derechos civiles de los afroamericanos, en un año en el que dos figuras clave de la lucha habían caído: Martin Luther King y Bobby Kennedy.

El momento en que ocurrió aquel gesto histórico, durante la ceremonia de entrega de medallas de los 200 metros de las olimpiadas de México de 1968.
A pesar de que el mundo fijó su mirada en los dos atletas de color, junto a ellos había alguien más, que pasó totalmente desapercibido. Se trata de “el hombre blanco de la foto”, cuyo nombre era Peter Norman y su protagonismo en ese momento quedó totalmente olvidado por la historia.
La imagen de la que hablamos, corresponde a la ceremonia de entrega de medallas de los 200 metros de los Juegos Olímpicos de México de 1968. Los americanos John Carlos y Tommie Smith, configuraron, junto al australiano Peter Norman las tres primeras posiciones en esta modalidad del atletismo. Ese instante pasó a la historia ante millones de espectadores. Fue un “pequeño gran gesto” por los derechos civiles de los afroamericanos que, cargado de un fuerte simbolismo, alcanzó una repercusión universal.
Pero antes de que tuviera lugar ese instante se corrió la carrera que les permitió subir al podio a nuestros protagonistas. Peter Norman, un corredor prácticamente desconocido, se coló entre los favoritos logrando un tiempo fabuloso: 20.06 segundos. Pasó por la línea de meta tras ser superado sólo por Tommie Smith y por delante de John Carlos. Norman, aún a día de hoy, ostenta el récord australiano de los 200 metros.
Tal y como recoge el periodista Ricardo Gazzaniga en el artículo The White man in that photo, aquella carrera no hubiera sido tan memorable si no hubiese sido por lo que sucedió durante la ceremonia de entrega de medallas.
Norman era un hombre blanco de Australia. El país, en ese momento, tenía unas leyes de apartheid muy estrictas, similares a las de Sudáfrica. Regían una serie de leyes discriminatorias contra los aborígenes autóctonos, que consistían, entre otras vulneraciones de derechos, en adopciones forzadas de niños nativos por parte de familias blancas.
El periodista italiano en su artículo The White man in that photo recoge una breve conversación que mantuvieron los tres atletas antes de subirse al podio. “Sabíamos que lo que íbamos a hacer era más grande que cualquier hazaña atlética y él dijo [Peter Norman] “estoy con vosotros” –recuerda John Carlos-. “Esperaba ver miedo en los ojos de Norman, pero en vez de eso vi amor” añadió.
Pero la conversación y el asombro no quedó ahí. Señalando a la chapa del Proyecto Olímpico de Derechos Humanos que los dos atletas americanos portaban, Peter Norman les dijo: “Creo en lo que vosotros creéis. ¿Tenéis otro de esos para mí? Así podré mostrar mi apoyo a vuestra causa”. Smith quedó asombrado ante una actitud inusual. Pensaban que la lucha solo iba con ellos, pero se equivocaban.
En ese momento se encontraba muy cerca de ellos otro deportista estadounidense, Paul Hoffman. Era blanco, como Peter Norman, pero también formaba parte del Proyecto Olímpico de Derechos Humanos. Al escuchar la conversación, no dudó en darle su chapa. “Si un australiano blanco pide una chapa del Proyecto Olímpico de Derechos Humanos, entonces ¡por Dios que le daré una!” dijo Hoffman.
El instante quedó plasmado para siempre. Las represalias por este gesto en defensa de los derechos humanos fueron inmediatas. Los dos atletas quedaron fuera del equipo olímpico estadounidense y fueron expulsados de la Villa Olímpica. Hoffman, la persona que entregó la chapa a Peter Norman, fue acusado de conspiración.
El atleta australiano también sufrió su propio calvario particular. No le permitieron acudir a los siguientes juegos olímpicos (Munich 1972) pese haber superado en trece ocasiones las pruebas clasificatorias para los 200 metros y cinco veces la de los 100. Se vio obligado a dejar el atletismo de alto nivel y le fue casi imposible encontrar un trabajo. Tuvo un paso breve por una carnicería, hizo de monitor de gimnasio y continuó su lucha contra las desigualdades desde un sindicato. Fue tratado como un extranjero en su propio país y su familia fue desterrada, según cuenta el periodista Gazzaniga. Tras esta etapa, contrajo gangrena, lo que le condujo al alcoholismo y a la depresión.
El mismo sistema que se propuso acabar y borrar a Peter Norman, le dio la chance de obtener el perdón a cambio de que condenara aquel gesto que sus dos compañeros llevaron a cabo en el podio de las olimpiadas de 1968. En ese chantaje entraba la posibilidad de encontrar trabajo estable en el Comité Olímpico Australiano y formar parte de la organización de los Juegos Olímpicos de Sydney del año 2000, según recoge el artículo The White man in that photo. Pero Norman no cedió y se negó rotundamente a condenar aquel gesto de valentía.
Las olimpiadas aterrizaron en su país. Norman, pese a seguir ostentando el récord australiano de los 200 metros, ni siquiera fue invitado a Sydney 2000. Seis años más tarde y de forma repentina murió, sin que su país le hubiese pedido perdón. Encabezando el grupo de personas que portaban el féretro estaban sus dos compañeros, John Carlos y Tommie Smith.
“Pagó el precio con su elección. No se trataba solo de un simple gesto para ayudarnos a nosotros, fue también su lucha. Era un hombre blanco, un blanco australiano entre dos hombres de color, parándose junto a nosotros en el momento de la victoria, todo en nombre de la lucha por los derechos humanos” explicó Tommie Smith en una declaración recogida por el periodista Ricardo Gazzaniga.
No fue hasta 2012 que el Parlamento Australiano aprobó una moción para disculparse oficial y formalmente con Peter Norman. En esa declaración se reconocía la valentía y la solidaridad del atleta con sus dos compañeros estadounidenses y su lucha por la igualdad y los derechos humanos. Se disculparon también por haberle impedido acudir a las olimpiadas de Munich 72, a pesar de haberse clasificado en varias ocasiones, y por el retraso de esta moción de disculpas.
La historia no solo ignoró el gesto que tuvo con John Carlos y Tommie Smith al mostrarles su apoyo luciendo la chapa del Proyecto Olímpico de Derechos Humanos en el podio, sino que también quedaron en el olvido las injusticias y la represión que sufrió tras ese acto. Una injusticia que le llevó al ostracismo, no solo en su día a día, sino también en aquella famosa foto. Fue tal el olvido al que fue condenado, que ni siquiera fue incluido en la estatua erigida en conmemoración de aquel momento, dejando vacío el pedestal que le correspondía.

“Tommie Smith – John Carlos statue” Estatua erigida en conmemoración de aquel momento histórico de reivindicación de derechos. Situada en el campus de la Universidad Estatal de San José. Albert vía Flickr (CC BY-NC 2.0)
El presente artículo está basado en el original “The White man in that photo”, cuya traducción y posterior adaptación se ha realizado por Antonio Trives Penalva y Daniel Amoedo Barreiro, colaboradores de la Plataforma de Pensamiento Crítico.
Lee aquí el artículo The White man in that photo (completo) original [en inglés]